La prolífica trayectoria de Roberto Sosa da para hablar horas y horas con él; sin embargo, hay una faceta que lo apasiona y de la que habla muy poco de manera pública: La de orgulloso papá. El actor nos comparte su historia junto a la mujer que le cambió la vida: Su hija Vaita.
Humberto Vázquez Galindo
Con un talento que nadie regatea y con una sensibilidad a flor de piel, Roberto Sosa le ha dado vida a célebres personajes que ya forman parte de la memoria colectiva en México. Su rostro y tablas actorales han conquistado la pantalla grande, el teatro, las series y la televisión, eso sin contar que ha sido dirigido por grandes maestros del séptimo arte como Oliver Stone, Paul Leduc, Arturo Ripstein, John Sayles, Tony Scott, Adrian Grunberg, Benjamín Cann y Fernando Sariñana, entre otros.
Su trayectoria ha sido galardonada en distintas latitudes: En México con el Premio Ariel en dos ocasiones, En España con la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián, en Estados Unidos con un Hugo de Plata en el Festival Internacional de Cine de Chicago. Todas esas medallas lleva colgadas nuestro entrevistado; eso sin contar que es miembro de una dinastía que han hecho de la actuación su “tour de force”: Padre director y actor (Roberto Sosa), madre y hermana actrices (Evangelina Martínez y Evangelina Sosa), sobrino de otras grandes actrices como Alma Delfina y Socorro Bonilla y exesposo de la actriz (Vanessa Ciangherotti) , hija de uno de los hombres más respetados de la pantalla en México: Fernando Luján y la lista de familiares dedicados a la actuación se sigue haciendo larga por parte de la madre de su hija.
Pero para Roberto Sosa, más allá de los galardones, de una carrera que brilla con luz propia y de ser miembro de una dinastía que guía y secunda sus pasos, hubo un momento de su vida que lo vino a cambiar todo para siempre. El nacimiento de su hija Vaita: “Mi hija no deja de darme buenas experiencias desde el día uno en que su sacrosanta madre me anunció que la llevaba en el vientre. Fue una niña planeada, esperada y verla nacer me hizo el hombre más feliz del mundo”.
Eso fue hace 25 años y esa pequeña que ya no es tan pequeña, lleva un camino recorrido en el mismo oficio que sus padres y no sólo eso, reconoce el lugar de privilegio donde ella vio por primera vez la luz, una casa donde el arte era la moneda común. Por eso no fue sorpresa que su padre, al dar un taller de actuación que lleva por nombre “Con los Pies en la Escena”, ella no dudó en preguntarle si él tendría algún inconveniente en que ella formara parte del curso y al aceptarla con los brazos abiertos y exigirle el mismo rigor que los otros alumnos, Roberto se daría cuenta de ese dicho que reza: “Hija de tigre, pintita”.
Y aunque su hija ha mostrado interés por el teatro musical y va forjándose un nombre a base de dedicación, su padre pudo constatar que ella se toma su carrera demasiado en serio y no es para menos, porque desde pequeña, eso fue lo que ella presenció en casa: “Fue una experiencia maravillosa tenerla como alumna, ver su disposición, su entrega, su compromiso, su disciplina, su rigor, sus ganas de hacer las cosas y seguirse preparando».
Quizá Vaita no lo sabe, pero la historia de amor entre Roberto y Vanessa, sus padres, inició cuando ellos eran niños. Ambos son hijos de actores, y cuando sus papás se reunían para trabajar y también para formar parte del sindicalismo actoral, ellos corrían y jugaban a crear un mundo propio. Así que mientras los adultos hacían cosas de adultos, ellos corrían a escapar de enemigos imaginarios y sin saberlo, actuaban e inventaban historias que serían la base para dedicarse más tarde a lo mismo que sus progenitores. Lo que quizá no imaginaron, era que sus vidas se reunirían de nuevo cuando, ya de adultos, el papá de Roberto los pondría a actuar en un cortometraje juntos y ellos se empezarían a ver de otro modo y esa historia de amor cruzaría incluso el océano, pues mientras estudiaban en Europa, ese amor no se echaría en reversa, al contrario se fortalecería entre París y Londres, como si se tratara de una novela o una película donde el amor estaba todo el tiempo en el aire, tanto que él un día le propuso que hicieran vida juntos y de la nada, empezaron a caminar tomados de la mano.
“Ahí fue el flechazo y nos enamoramos. Y es que fue un año en el que yo me fui a estudiar a Francia y Vanessa a Londres. Nos dividían, literal, el canal de la Mancha y así fue nuestra historia, como novela romántica. Los fines de semana yo me iba en el trenecito a visitar a Vanessa a Londres y al siguiente fin de semana Vanessa iba a visitarme a París y allí anduvimos romanceando, fue un amor parisino-londinense maravilloso”, recuerda Roberto como si hubiera pasado ayer.
Cuando el actor recapitula la vida junto a Vanessa sonríe como si fuera un niño y eso es una buena señal: “Estuve casado con Vanessa por nueve años y lo mejor que pudimos hacer fue concebir a esta criatura. Vaita es una chica que no para, la he visto en varios musicales y lo hace espléndido. Yo sé que como papá se puede perder la objetividad, pues uno ve a sus hijos en escena y sientes que lo hace estupendamente, pero tratando de ser objetivo siento que ella lo hace muy bien. Además me encanta que se ha formado sola, se ha preparado y nunca ha dejado de estudiar. Cuando terminó su carrera universitaria en Ciencias de la Comunicación se graduó haciendo un cortometraje que ella escribió, actuó, dirigió y editó. Además me invitó a trabajar y también a su tía Evangelina y pues cómo no echarle la mano si nos dimos cuenta del amor y el trabajo que ella le puso a este proyecto”.
Otra de las satisfacciones que Vaita le ha dado a Roberto, es cuando él se topa con colegas y le piden el contacto de su hija porque quieren que esté en prestigiosos proyectos de teatro como “El Padre” con gigantes de la actuación como Luis de Tavira, Nailea Norvind, Pedro de Tavira, David Calderón, Alejandrina González y Úrsula Pruneda. Además sigue haciendo cine y recibiendo buenas críticas como en la presentación de su más reciente cortometraje “Más allá de ti. El secreto de Ana”, que cautivó a la audiencia en su estreno en la Sala THX de los Estudios Churubusco a inicios de este año.
O más recientemente integrarse al proyecto teatral producido por Oscar Uriel titulado “Cómo aprendí a manejar”, de la dramaturga Paula Vogel. Bajo la dirección de Angélica Rogel, este montaje cuenta con un elenco integrado además por su tía Cassandra Ciangherotti, Juan Carlos Remolina, Mahalat Sánchez, Pablo Perroni y Luz Olvera.
Las medallas de Vaita están empezando a colgarse en su uniforme de batalla y su padre es un espectador al que la sonrisa y el orgullo no puede borrarse del rostro: “Me encanta lo que está haciendo porque son cosas que ella misma se ha ganado, ha buscado y ha procurado. Ella se está labrando su propio camino. Y es que ni Vanessa ni yo estamos cercanos a la comedia musical y tampoco sabemos cómo le nació ese amor por este género, pero lo hace muy bien pues se ha preparado bailando, cantando y siempre está preocupada por ocupar su tiempo en seguir aprendiendo y además me encanta que toda su vida se trata de hacer cosas sanas: Hace deporte, ama el arte, se rodea de otros creativos, sus amigos la quieren y a mí me encanta que se sabe rodear de personas bonitas. Yo veo como sus amigos la quieren, la procuran y me da gusto porque eso habla bien de mi hija”.
Yéndonos de vuelta al pasado, le pregunto a Roberto si recuerda el momento exacto en el que se enteró que Vaita venía en camino y la emoción en su voz se nota enseguida: “Fue maravilloso recibir la noticia de que iba a ser papá, fue una noticia hermosa que evidentemente no nos cayó de sorpresa, sino que la recibimos con amor porque ya la esperábamos. Fue una hija que planeamos, los dos dijimos ‘vamos a embarazarnos’ y fue la cúspide de nuestra historia de amor, aunque suene a lugar común. Lo que nunca planeamos fue cómo se iba a llamar y encontramos un libro de definiciones sánscritas y el nombre de Vaita significa lo que se descubre todos los días, es un amanecer dorado o la morada de Dios, esas son las dos acepciones que tiene su nombre y nos pareció sumamente atinado para lo que para nosotros significaba la llegada de nuestra hija. Esa noche yo soñé una especie de símbolo que tenía que ver con su nombre, un símbolo que tenía que ver con una balanza, con el equilibrio».
Hablando de equilibrio, Roberto asegura que Vaita sacó lo mejor de los dos: “Nos pasa algo muy curioso, porque cuando la ven con Vanessa dicen que está igualita a ella y cuando la ven conmigo dicen que está igualita a mí. Supongo que es esa carga genética equilibrada donde los hijos sacan la mejor parte de los genes de ambos progenitores. Vaita tiene lo mejor de ambos. Es una chica voluntariosa como su madre, le gusta hacer las cosas como ella quiere y también es muy intensa con todo lo que hace, es azotada, se toma la vida demasiado en serio. Desde pequeñita ella siempre dejó ver sus dotes sensibles y creativos. Ella cantaba, bailaba y dejaba ver toda esa herencia artística, pero la dejamos que ella solita escogiera y decidiera cuál iba a ser su ruta. Y la verdad es que yo ahorita la veo actuar, escribir, dirigir, cantar, escribir sus canciones y pues creo que la vida misma se encargará de irla acomodando en donde mejor se sienta, en donde mejor se explaye, en donde mejor logre conectar con su ser íntimo y sensible”.
Al verlo tan emocionado hablar de Vaita, creo que es el momento de preguntarle cómo le cambió la vida el convertirse en papá. Aún no acabo de hacerle la pregunta y me arrebata la palabra porque tiene mucho que decir, mucho de qué sentirse pleno y feliz: “Aunque suene un poco a cliché, los hijos nos transforman. Y como uno no nace con un instructivo para ser el papá perfecto, resulta que vas aprendiendo junto con los hijos a cómo hacerle y uno también va cometiendo errores. Vaita me cambió en ese sentido. Es decir, me ha ayudado a sensibilizarme, me ha ayudado a tratar de ser una mejor persona, un mejor ser humano, me ha ayudado a entender a mis padres. Además me encanta estar al pendiente de ella, saber si algo se le ofrece, si en algo la puedo ayudar. Hemos construido una relación de mucha confianza, pero también de mucho respeto, de mucho apoyo, de mucha solidaridad, Al mismo tiempo una relación de mucho cuestionamiento. En donde yo no le impongo qué hacer o con quien salir, además siento que ella tiene la confianza de acercarse y pedir una opinión, lo cual lo valoro mucho, porque eso significa que me tiene confianza, que que cree en lo que yo pienso, que le da un valor a mi punto de vista y que confía en su papá. Todo lo que mi hija me ha dado son lecciones de vida que no han terminado desde hace 25 años. Cuando nació fue impresionante oírla gritar y verme en sus ojos cuando los abrió. Además veo los resultados de su vida y veo todo lo que le debemos a Vanessa, su mamá. Ella la cuida y la ha procurado en sus cuestiones médicas, de salud, de bienestar mental y emocional, le ha procurado la mejor educación y ha trabajado mucho para que se convierta en un buen ser humano».
Para finalizar, Roberto nos comparte ese momento en el que se sintió orgulloso de Vaita y dijo, desde el corazón, “esta es mi hija”. Él se va bastante atrás en esta historia llena de complicidad y pone punto final a esta entrevista con una declaración de amor: “El orgullo que me hizo sentir no tuvo nada que ver con lo profesional. Y es que desde Chiquita me di cuenta de su carácter. Cuando ella decía, ‘no quiero algo’, lo tenía absolutamente claro. Siempre tuvo la certeza de lo que le gustaba y lo que no. Ahí dije ‘esa es mi hija’, cuando me di cuenta de su claridad de criterio, de su juicio crítico. Mi hija hoy sabe perfectamente qué es lo qué quiere en la vida y yo espero formar siempre parte de su equipo. Vaita me transformó la vida radicalmente y me ha hecho estar convencido de que mi mejor papel es el de ser padre, porque ahí no hay ensayos, ni cortes, ni se trata de una ficción, el amor que siento por ella es real y será para toda la vida”.
¿Quién es Roberto Sosa?
Roberto Sosa es uno de los actores más prolíficos del cine mexicano y ha participado en filmes como De la calle, Lolo, Fibra óptica, el complot mongo y El fantástico mundo de Juan Orol, actuación que le valió el premio Ariel a la mejor interpretación masculina.
Realizó estudios en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático de París, así como en la Escuela Nacional de Circo de Annie Fratellini. Proviene de una familia íntimamente ligada al arte teatral, su madre es la primera actriz Evangelina Martínez y su padre el actor y director Roberto Sosa Rodríguez.
Cuenta con una amplia trayectoria en el cine, el teatro y en la televisión donde ha realizado interpretaciones en series como Capadocia y Estado de gracia.
Grupo Editorial EME EME de MM: GROUP
Editora en Jefe: Diana Bedolla
Texto: Humberto Vázquez @skizzito
Fotografía: Alberto Hidalgo @alberto.hidalgo
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